El Estadio

Luego de los laureles que obtuvo el equipo en la década anterior, le rendimiento deportivo decayó notoriamente hasta posiciones intermedias.

De nuevo la institución brumosa se enfrenta a vicisitudes del destino, ahora en relación a la Guerra Civil de 1948 que derivó otra vez en la pérdida de su sede social, quemada como consecuencia de un siniestro.

Fue la segunda ocasión que un incendio dejó al Club sin sede, una calamidad ya experimentada en abril de 1936.

Tiene, sin embargo, su brillo deportivo esta década (1946-1955), pues emergieron nuevas figuras que mantuvieron al CSC vigente.

Así aparecieron en el Cartaginés para dejar su huella jugadores como: Asdrúbal Meneses, “Colorado” Alvarado, Alexis Goñi, Guido Cubero, Panzón Umaña, Danilo Alfaro, Jaime Meza, “Tazo” Jiménez, “Lulu” Jiménez y Valverde.

Casa Propia

Para el Cartaginés y para el fútbol nacional ¡Casa Propia! Un estadio digno. Una infraestructura que enorgullece.

El nombre del recordado Rogelio Coto y su vida de entrega a la institución, es la viga sobre la cual se llevó feliz realidad la construcción del Estadio del Club Sport Cartaginés.

Y es que fue por su tenacidad, inteligencia bien aplicada y su corazón completamente azul, que al asumir la Presidencia del CSC, en 1946, trabajó en entrega plena hacia esa meta, en ese momento un sueño muy lejano.

Don Jesús Arrieta López, don Efraín Ramírez y don Adalberto Navarro, son otros dos directivos que trabajaron duro por la causa, a la par de un cartaginés que también puso alma, vida, corazón y manos a la obra en pro de la construcción del Estadio.

Fue don Eladio Alonso Andrés, para esa época presidente de la Municipalidad de Cartago y también miembro directivo del CSC.

Don Adalberto Navarro propuso y gestionó la compra de un terreno de unas 32 mil varas cuadradas, perteneciente a la señora Chepita Robles Arias, tasándose el precio  a un colón por vara cuadrada, medida vigente en esa época.

El terreno era un lugar áspero y pantanoso al que se llegaba solamente por trillos. Era un  sitio campesinamente lejos de la ciudad, aunque no lo concibamos así a los ojos de hoy.

Ubicándonos en las clasificaciones de la actualidad, hablamos de un humedal que recibía las aguas del Norte de Cartago, en razón de lo cual se le conoció con el nombre de Cantarrana, porque el croar de las ranas era muy común en ese medio ambiente.

Fue el 18 de mayo de 1946 cuando se formalizó legalmente la compra por un total de 32 mil colones: 15 mil en efectivo que se le entregaron a doña Chepita más 17 mil en hipoteca. Para hacerle frente a la deuda pendiente e iniciar las obras de construcción hubo necesidad de  segregar un lote de 1549 metros cuadrados que se le vendió a don José González Granados.

Los miembros directivos de la institución, con el afán de impulsar el inicio de las obras, donaron  cada uno un saco de cemento, en tiempos en que el valor de cada saco era de 7 colones, lo cual motivó una fila de aportes similares.

Fue así como los directivos del Cartaginés, respaldados por la Municipalidad de Cartago, llevaron adelante la construcción del Estadio iniciándola en 1946 y terminándola en 1949, en un proceso que demandó varias etapas de trabajo.

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